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Edificio palaciego ubicado en pleno centro histórico de Valencia, rodeado de los principales monumentos de la ciudad entre las Torres de Quart, la Catedral y la Generalitat, próximo al Jardín Botánico, a la Plaza de la Reina y al antiguo cauce del río Turia.
La propiedad de gran volumen está proyectada en dos zaguanes idénticos, con influencias de los estudios academicistas de la época. En su composición toma principal protagonismo el primer cuerpo compuesto por planta baja y entresuelo distinguido por un llagueado pintado en color azul (color idéntico del original) y con dos puertas de acceso a los zaguanes de gran altura que ocupan las dos primeras plantas. El espacio continua en tres alturas decrecientes tanto en altura, como en profusión decorativa.
En la planta principal se encuentra la vivienda palaciega con una superficie de 380 m2 y otros 380m2 de espectacular terraza, más otras dos viviendas de 380 m2 y una vivienda más pequeña tipo ático con terraza. Además el edificio tiene dos entresuelos y cuatro locales comerciales, tres de ellos a la calle y uno de más de 400m2 que albergaba un antiguo cine.
La entrada principal es en el nº 21 y corresponde al antiguo paso de carruajes. Este daba a un jardín posterior de 400m2 que, según escrituras antiguas, constaba de caballerizas fuente, pozo y jardín. Actualmente este espacio está construido por la nave que era el antiguo Cinema Valencia. La entrada, de gran tamaño y altura, da a una escalera imperial en mármol que culmina en una cúpula de grandes dimensiones decorada por unos frescos del pintor italiano P. Perini, fechados en 1861. Desde el último tramo de escaleras y mediante una puerta camuflada en las pinturas se accede a la torre Miramar, desde donde se puede divisar toda la ciudad incluido el mar.
Tras muchos años de abandono y deterioro el edificio llegó a un estado de ruina inminente. En 1996 fue adquirido por la actual propiedad que realizó una restauración integral del edificio que tardo cinco años en culminarse, conservando, recuperando y restaurando todos los elementos antiguos. Su estructura e instalaciones fueron adaptadas a las exigencias y normativas actuales. Una restauración que fue acometida por prestigiosos artesanos, decoradores y arquitectos en un esfuerzo por recuperar el esplendor que tuvo en 1860.
La historia del edificio es cuanto menos singular e importante para comprender la importancia del inmueble. Tras la desamortización de Mendizábal en 1835 gran parte de las propiedades de la Iglesia pasaron a manos de la burguesía, entre otros el Convento de la Puridad. En 1860, y tras adquirir los terrenos Doña Peregrina de Echeveste, solicitó licencia para la construcción de este particular edificio. Para tarea tan ambiciosa se encargó el proyecto al arquitecto más importante de la época en Valencia, Joaquín María Calvo Tomás que, formado en París, estuvo influenciado por las más modernas tendencias de la época y el gusto neoclásico afrancesado que define este edificio. Este trabajo es el primer proyecto de que se tiene constancia de Joaquín María, si bien posteriormente realizaría edificios tan importantes como la Iglesia de Nuestra Señora del Puig, la Iglesia conventual de la Zaidia o la Capilla de la Beneficencia. Sus obras se encuentran catalogadas entre las 400 más importantes de la ciudad de Valencia.
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